Capítulo 3 "Una barrera de arena"

El feliz panda seguía caminando. Sus víveres eran tan abundantes que se pasó tres días con el estómago lleno.
A cada paso, el paisaje cambiaba gradualmente ante sus ojos. Los árboles eran cada vez menos espesos y en el horizonte empezaba a verse un gran charco de agua.
“¡Ahí está: el mar!” exclamó.
El panda se puso a correr pero, cuando llegó a la arena, de repente empezó a ir más despacio. Sus patas se hundían en la arena y le resultaba difícil seguir caminando.
“¡Uf, qué cansancio!” resopló.
Un poco más adelante, un animal con una coraza caminaba lentamente.

Tartaruga marina

El panda lo alcanzó.
“¡Eh! ¡Hola! Veo que tú también avanzas con dificultad. ¿A causa de la arena vas despacio, verdad?” dijo el panda.
La tortuga, asustada, metió su cabeza en su casa y se quedó allí.
“¡Toc, toc! ¡Oye! ¡Sal! ¡Venga, no te preocupes! Sólo quiero charlar un rato contigo. ¿Por casualidad, tú también quieres llegar al mar?” le preguntó el panda.

La tortuga tímidamente sacó su cabeza. La voz de este animal peludo era delicada y tranquilizante.
“Lo siento mucho, pero hoy en día no te puedes fiar de nadie. ¡Sí! Voy hacia el mar. Acabo de poner mis huevos en la playa. ¿Pero tú quién eres?”
“Yo soy el panda”, le contestó.
”¿Qué haces aquí?” le preguntó la tortuga.
“Es una historia muy larga, pero si quieres te la cuento”, dijo el panda.
“¡Claro que sí! ¡Te escucharé encantada!” dijo la tortuga.

“Me echaron del reino de los tigres porque decían que era torpe y lento. Me perdí en la selva porque no sabía dónde ir. Por suerte encontré a un murciélago, que me habló de Abilian y me guió en el bosque hasta encontrar una primera pista.
Más adelante encontré una ardilla que, a pesar de su prisa, me dedicó tiempo para ayudarme a encontrar buenas provisiones de comida para llegar aquí.”

“¿Pero por qué aquí? ¿Qué decía esa pista?” preguntó la tortuga.
“Decía que tengo que caminar durante tres días hasta llegar al mar y después buscar al rey de los delfines”, dijo el panda.
“¡Al rey de los delfines! ¿Pero por qué a él?” le preguntó la tortuga interesada.
“Supongo que él sabe cómo llegar a Abilian. Pero, ahora que estoy aquí, me pregunto como lograré encontrarlo. No sé nadar y el mar es realmente muy grande”, dijo el panda.
“¡No tengas miedo! Conozco al rey y cuando lleguemos al mar lo avisaré.”
Los dos se pusieron en marcha lentamente.

El panda, observando a la tortuga con su forma singular, pensó: “¡Qué hábil! A mí me resulta difíciI caminar en la arena, no me imagino cuánto difíciI será para ella, que además carga con su casa”.
En cuanto llegaron al mar, la tortuga entró en el agua y empezó a nadar rápidamente.
“¡Caramba! ¡Tú eres muy rápida! ¿Cómo lo haces? Hasta ahora, te movías lentamente y avanzabas con dificultad. ¡Ahora, pareces un pez!”
La tortuga le explicó: “Has de saber que mis patas no son idóneas para caminar en la tierra, pero sí lo son para nadar en el mar. Como puedes comprobarlo por ti mismo, aquí en mi ambiente soy realmente rápida. Ahora, espérame, voy a buscar al rey de los delfines para traértelo”.

El panda, cansado y hambriento, se acostó sobre la arena, se comió una hoja de bambú y esperó que su nueva amiga regresase.

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